Extractos -de libre traducción- de un artículo de Stephen Hawking escrito para The Guardian. (Ver artículo en inglés completo pinchando aquí.)
Como físico teórico con sede en Cambridge, he vivido mi vida en una burbuja extraordinariamente privilegiada. La fama derivada de mis libros y el aislamiento impuesto por mi enfermedad, han hecho que mi torre de marfil se vuelva cada vez más alta. Por ello el rechazo manifiesto a las élites, en los Estados Unidos y en Gran Bretaña, también me incluye.
La decisión del electorado británico de rechazar formar parte de la Unión Europea y la de los americanos de abrazar a Donald Trump como su próximo presidente, son un grito de rabia de la gente que se sintió abandonada por sus líderes. Vivimos el momento en que los olvidados se manifiestan, encontrando sus voces para rechazar el consejo y la guía de los expertos y la élite en todo el mundo.
Illustration de Nate Kitch
Las preocupaciones subyacentes en esos votos sobre las consecuencias económicas de la globalización y la aceleración del cambio tecnológico son absolutamente comprensibles. La automatización de las fábricas ya ha diezmado trabajos en la fabricación tradicional y el aumento de la inteligencia artificial es probable que extienda esta destrucción del empleo a las clases medias, conservando solo los trabajos más cuidadosos, creativos o de supervisión.
Esto a su vez acelerará la desigualdad económica ya ampliada a todo el mundo. Internet y las plataformas que lo hacen posible permiten que grupos muy pequeños de individuos hagan enormes beneficios empleando muy poca gente. Esto es inevitable, es el progreso, pero también es socialmente destructivo.
No podemos seguir ignorando la desigualdad, porque tenemos los medios para destruir nuestro mundo, pero no para escapar de él
Otra de las consecuencias no deseadas de la difusión mundial de internet, de los medios y redes sociales es que estas desesperantes desigualdades son mucho más visibles y evidentes ahora que en el pasado. Las vidas de las personas más ricas en las partes más prósperas del mundo se han vuelto dolorosamente visibles para cualquiera, incluidos los pobres con acceso a celular.
Y puesto que ahora en el África subsahariana hay más personas con celular que con acceso a agua potable, esto significa que, en nuestro cada vez más poblado planeta, casi toda la población es presa de la desigualdad.
“En el África subsahariana hay más personas con un teléfono, que con acceso a agua limpia”. Fotografía: Andy Hall para El Observador
Más que en cualquier otro momento de nuestra historia, nuestra especie tiene que trabajar junta. Nos enfrentamos a retos medioambientales impresionantes: el cambio climático, la producción de alimentos, la superpoblación, la destrucción de otras especies, las enfermedades epidémicas y la acidificación de los océanos.
Todos estos factores juntos nos advierten que estamos en el momento más peligroso del desarrollo de la humanidad. Ahora tenemos la tecnología para destruir el planeta en que vivimos pero aún no hemos desarrollado la capacidad de escapar de él.
Debemos poner fin a esto, no construir barreras dentro y entre las naciones. Sólo tendremos la posibilidad de hacerlo, si los líderes mundiales reconocen que fallaron, que le están fallando a la inmensa mayoría.
Con recursos cada vez más concentrados en las manos de unos pocos, habrá necesariamente que aprender a compartir y desprenderse.
Podemos hacerlo, yo soy un gran optimista de mi especie; pero requerirá que las élites, desde Londres hasta Harvard, desde Cambridge hasta Hollywood, aprendan las lecciones del año pasado. Para aprender, sobre todo, humildad.
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