La noticia nos estremeció. El lunes 04 de julio, la tragedia inundó los noticieros y cayó cual balde de agua fría en medio de la alegría reinante por la recién aprobada Ley de Convivencia Vial, en medio del optimismo generalizado ante una veloz y bien aspectada tramitación del proyecto de ley que rebaja la velocidad en zona urbana de 60 a 50 km/h, y que hoy, a casi un mes de ese fatídico día, está aprobada y a punto de convertirse en Ley de la República.
La joven ciclista de 28 años María Ignacia Romero Omeñaca, psicóloga del CERAE (Centro de Recursos y Apoyo para las estudiantes) de la Municipalidad de Providencia, perdió la vida arrollada por un auto, mientras pedaleaba perfectamente equipada y respetando todas y cada una de las normas legales, por una vía exclusiva para bicicletas, la ciclovía de Ricardo Lyon, considerada por su alto estándar una de las mejores vías para ciclistas de Latinoamérica, lo que es además confirmado por su alto índice de circulación ciclista. Un incidente con 3 autos involucrados, todos conduciendo a velocidades que los volvían incontrolables para sus conductores, terminó con uno de ellos ingresando a ese espacio protegido y dando muerte a María Ignacia Romero Omeñaca.
Con indignación y pesar, por esta esta nueva víctima inocente de la violencia vial, como Centro Bicicultura difundimos la noticia en nuestras redes, nos sumamos a las condolencias de las organizaciones ciclistas a la familia, y repudiamos el hecho, rechazando la calificación de accidente, porque no es accidental conducir un vehículo que puede ser letal a velocidades en que no podamos reaccionar y detenerlo antes de embestir, o al menos, llegar a hacerlo a una velocidad ya tan reducida que no ocasione la muerte.
Un auto es un arma cargada, que se conduce sin seguro, lista para matar y la velocidad es el gatillante directo de casi todos los desenlaces fatales. Hoy las calles ya no le pertenecen sólo al automóvil particular, son de todos sus usuarios, y la protección debe partir por los más vulnerables: peatones y ciclistas.
A un mes de ocurrido este siniestro vial, la madre de María Ignacia, Bernardita Omeñaca, compartió con Bicicultura el texto que leyó en el homenaje que la familia y los amigos, en compañía de las autoridades de Providencia y las organizaciones ciclistas, rindieron a la joven pedalera, justo en el lugar donde cayó, instalando una bicicleta blanca en señal de su ausencia-presencia.
Por la belleza del texto y su universalidad, decidimos compartirlo con ustedes. Recomendamos su lectura y solicitamos su amplia difusión.
Se trata de un texto de protesta y a la vez de consuelo, una queja sin reclamo, sin grito, una denuncia en la que todos podemos hacer algo por mejorar la convivencia vial, y es también la hermosa despedida de una madre, de una madre tan bella e inteligente como su hija, una despedida que refleja aquello que para las asociaciones de familiares y amigos de víctimas de siniestros viales es una realidad cotidiana: la profundidad inconmensurable del vacío, de la ausencia que dejan esas partidas súbitas, violentas, inmerecidas. Lagunas y espacios vacíos, costos -materiales y emocionales- que cargan y pagan las víctimas, de por vida, para siempre.
Homenaje en la Ciclovía de Ricardo Lyon, en el mismo lugar donde cayó María Ignacia Romero Omeñaca. Fotografía de Amarilis Horta
¿Quasi muertos?
Mi hija María Ignacia, no sólo era una ciclista, era una persona; pero no cualquier persona; era una persona excepcional. Los que tuvimos el honor de conocerla lo sabemos de sobra.
Partió a un viaje que no planificó y, que a diferencia de sus otros viajes; tampoco alcanzó a avisarnos.
Este viaje que, algunos llaman accidente, de manera equívoca; porque mi hija no se resbaló, no se tropezó, no se distrajo, no cometió ninguna infracción, y además, contaba con todos los accesorios pertinentes para desplazarse en su amada bicicleta, por una de las ciclovías más seguras de Latinoamérica, en rutinas y labores profesionales, como Psicóloga en la Corporación de Desarrollo Social de Providencia, en el Programa CERAE.
Mi hija murió a consecuencia de la irresponsabilidad de tres personas: La primera que originó la colisión automovilística, al cambiarse de pista de manera brusca y seguramente a exceso de velocidad, quien se dio a la fuga; la segunda, Juan Esteban Reyes Galarce, de 38 años, quien no mantenía la distancia adecuada en relación al vehículo anterior y al tratar de proteger su integridad y la de su automóvil, también procedió a cambiar de pista y; por último, María Elena Verdugo Gruss, de 63 años, quien tampoco mantenía la distancia adecuada con el anterior vehículo, lo que le impidió reaccionar de una pertinente; traspasando la ciclovía, de una manera brutal, impactando a María Ignacia, lanzándola a más de 15 metros de distancia; lo que demuestra que, un automóvil a exceso de velocidad y en las manos equivocadas puede convertirse en un arma mortal.
Lamentablemente, dado el sistema político económico y, ¿por qué no?, socio-cultural imperante; los costos de estas tragedias son traspasadas a las víctimas; quedando los victimarios impunes.
En el caso de mi hija Ma. Ignacia; las dos personas identificadas, a las pocas horas del incidente fueron liberadas y probablemente van a ser procesadas por “Quasi delito de homicidio”; una figura legal ausente de dolo, es decir, culpa; considerando una arista subjetiva que, en palabras sencillas, significa que los victimarios “no tuvieron intención de daño”; eximiéndoles de toda responsabilidad. A lo menos, de comprobarse la transgresión a la norma del tránsito, asumirán una multa por dicho concepto, lo que pasará a las arcas municipales.
Estos delitos tampoco consideran ningún tipo de compensación, ni reparación hacia las víctimas; ni rehabilitación de las conductas trasgresoras por parte de los victimarios.
En febrero, recién pasado, la joven Abogada de27 años, Melody Fung Garate, quien intentaba tomar un taxi en la comuna de Providencia, fue brutalmente embestida por el automóvil conducido por José Luis Riffo Díaz, de 60 años, (se puede revisar, con mucho impacto, video que todavía circula por las redes). Riffo, señaló a la prensa “uno no sale a la calle con la intención de matar”; aun cuando ya tenía una causa anterior por mismo delito, por atropellar a otra persona, a quien dejó en coma por varios meses hasta su fallecimiento.
Tenemos que salir de esta figura legal, del “Quasi Delito de Homicidio”, sobretodo para quienes tengan causas anteriores y asignar responsabilidades y sanciones encaminadas a la indemnización y reparación del daño a las víctimas.
En el año 2017, de un total de 94.879 siniestros viales, 1.483 personas perdieron la vida (Conaset / principal causa: exceso de velocidad). Digamos las cosas como son “No podemos seguir aceptando la subjetividad de no intención de daño”, porque mi hija Maria Ignacia “No quasi murió… ella murió!!). No podemos eximir de responsabilidad y sostener una posible negligencia a personas que conducen bajo el efecto del alcohol y drogas; a personas que van distraídas utilizando dispositivos de comunicación o infringiendo las reglas y/o normas del tránsito, como exceso de velocidad (sobre todo en zonas urbanas); adelantar en lugar no habilitado; dado que se convierten en potenciales asesinos; es decir, es un acto premeditado.
Por otra parte, no podemos seguir creando leyes: Emilia, Zamudio, Gabriela y desarrollar Proyectos como Caty (Centro automatizado de tratamiento de infracciones por exceso de velocidad); para calmar nuestra sed de justicia y sensación de inseguridad. Necesitamos cambio en distintos niveles, lo que también nos incluye como ciudadanos; dado que siempre estamos esperando que otro resuelva el problema, comportándonos ajenos a los fenómenos sociales; olvidando que somos nosotros quienes estamos a cargo de un volante o de nuestros actos.
Efectivamente, hay leyes que deben modificarse y/o mejorarse; según los cambios de los mismos fenómenos sociales y culturales; es decir, hay que intervenir de manera oportuna y ojalá preventiva, para que las tragedias dejen de ocurrir.
Hablemos en serio!!!. Hay personas que se sientan a conversar y, a veces con un café, de cómo las cosas suceden o deberían suceder; mientras a otros nos ocurren las cosas y no pasa nada!!!!.
Debe existir sanciones acorde a las infracciones o delitos que se cometan y no sólo en lo punitivo; sino también que consideren aspectos rehabilitadores y reparatorios (para que ocurra el aprendizaje y la correspondiente modificación de la conducta disfuncional). Como señala, Alex Rimbau, novio de Melody, deberían existir “Multas a la Conciencia”; porque esto es un deber de todos, sobretodo cuando tomamos el volante de nuestros automóviles, de nuestras bicicletas, motocicletas y de nuestras vidas; para que no tengamos que repetir “ni un(a) ciclista menos, ni una mujer ni un hombre menos, ni un(a) peatón(a) menos, ni un(a) niño(a) menos, ni un(a) conductor(a) menos, ni una persona menos!!, porque nadie sobra. Porque después de que las victimas dejamos de ser la noticia de la semana, no pasa nada!!!. Especialmente con los victimarios; no obstante, con las victimas suceden muchas cosas.
María Ignacia y Melody “no salieron a la calle con la intención que las mataran”, y, sin mediar error en su transitar, terminaron muertas.
Las familias hemos ¡Sido condenadas a Perpetua!, a una vida de agonía sin nuestros seres queridos. Hemos sido condenados a pagar los costos emocionales de las pérdidas y los costos económicos del “Negocio y trámite de la muerte”; salir a la calle cargando en una mochila el dolor y la tristeza, con la chequera en mano. Y para colmo, con los recursos de la pérdida, mi hija terminará pagando los costos de su propia muerte!!.
En la condena personal por la muerte de María Ignacia; una abuela ha sido sentenciada a quedarse sin su nieta y bisnietos de por vida. El domingo anterior a su muerte, ella le pedía a su abuela que viviera más porque “ya vendrían las guagüitas…”
Un hermano ha sido condenado a la ausencia de su tremenda y querida hermana, quien siempre fue un referente de ejemplo y protección. A un padre –Jorge- a la tristeza de quedarse sin su hija, que lo llenaba de orgullo y satisfacciones; a quien además entretenía con sus historias de viajes, llenas de sorpresas y colores.
A un tío, sin su sobrina favorita. A una prima –para quien más prima fue su hermana mayor-, condenada a quedarse esperando por sus tardes de aventura en bicicleta. A sus amigos entrañables de la vida; a no seguir escuchando sus risas, sus chistes, su baile, su cante y enseñanzas (porque para su corta edad era una tremenda mujer, con tanta sabiduría!!).
A sus compañeros de trabajo se les condenó a perder una persona del equipo, que más que equipo de trabajo; eran una familia. Recuerdo que cuando llegó a trabajar al CERAE de la Corporación de Providencia, estaba tan contenta que decía… “me va a subir el pelo… ahora voy a tener que decir Quiubo”.
A los NNA (niños, niñas y adolescentes) que atendía a través de su programa, privados de su psicóloga, quien los ayudaba a superarse y mejorar su autoestima; según los comentarios de ellos mismos.
A sus clientes, de su emprendimiento “Dulcería Eleonora” a quedarse con las ganas de seguir paladeando sus manjares. Revisando, leí a un joven que twiteó en las redes (Juan Pablo), quien no la conocía, refirió “lamento mucho su fallecimiento, estoy muy apenado por ella… me hice fans del brownie; la conocí por uno de betarraga muy vuela sesos”…
A su novio, lo han condenado a un presente y futuro de desconsuelo y desesperanza y una serie de planes y proyectos que se cayeron a la mitad.
En mi caso, como madre, además de condenarme a no tenerla perpetuamente, me han sentenciado a vivir sin un pedazo de corazón y pulmón; porque con mi segundo hijo, eran la razón y motivación de mi existencia. Yo les decía: “si muero hoy, muero plena, porque sé quiénes son ustedes: grandes, comprometidos socialmente, competentes y felices”…. Me han sentenciado a no tener los nietos soñados de ella… porque los que me conocen, saben que yo predicaba que me estaba cuidando para la segunda mitad de mi vida y había empezado una serie de rutinas de alimentación y ejercicio, porque a esta edad empiezan a chirriar las rodillas y a soltarse algunas clavijas…. Pero lo principal, era que yo decía que “cuando llegaran mis nietos adorados quería correr y saltar con ellos; enseñarles travesuras y, que por eso quería ser una abuela 2.0, sin muletas…”
Ella tenía miedo de tener hijos y eso que era bien corajuda. Le temía al mundo que estamos viviendo y a veces se ponía contemplativa y reflexiva y decía “que seguramente, si Dios existe, lo más probable es que a veces se arrodille y pida por él mismo”; dado que nos escapamos de sus manos. En los tiempos actuales nos caímos del sistema comunicacional en donde el respeto y la empatía quedan a merced del egocentrismo; en donde el otro no tiene lugar o, en la selfie, queda en segundo plano.
Las víctimas hemos sido sentenciadas, además, al inicio de una seguidilla de tratamientos médicos, psiquiátricos, farmacológicos. Condenados a resignificar esta experiencia dolorosa, para lograr de manera lenta ver algo de luz en el camino y aprender a transitarlo de una manera distinta; mientas los victimarios, descansan en sus casas, con sus familias completas, sin costos económicos, porque están protegidos por ley!!.
QUE IMPOTENCIA!!. El miedo se apodera de las víctimas en Chile, nos sentimos desprotegidos y comenzamos a encerrarnos para evitar asaltos; otros blindan sus casas para evitar portonazos y balas locas; las mujeres deben esconderse para evitar nuevos femicidios; los ciclistas y peatones temen ser atropellados; los conductores impactados por otros vehículos, etc.
No es posible salir con miedo a la calle. El miedo es un cobarde y cuando uno lo enfrenta se arranca!!!.
Por eso es importante, iniciar un camino de correcciones y mejoras en todo ámbito; pero, sin educación y modificación de las leyes y normativas, lo más probable es que sigamos siendo espectadores de más víctimas, quienes sentimos que nuestras denuncias sólo toman forma cuando aparecen en los medios de comunicación; en un desgarrado pedido de auxilio y ayuda, porque los organismos de justicia se han quedado cortos hace rato.
He escuchado, a algunas personas, para bajar su angustia, culpar a Dios “por qué permite qué sucedan estas cosas?… por qué no se lleva a los malos?…”. La única enseñanza que yo he escuchado es “ama a tu prójimo como a ti mismo…”. Esto se trata de humanos, trasgrediendo a otros humanos. Dejemos de pasar la pelota, esto es tarea de todos!.
Mi Ma. Ignacita… porque era mía (yo la hice…. bueno… con algo de ayuda), era una composición única, no ha existido otra igual; y por ello, irremplazable.
Ella debe estar en un lugar preferente, VIP, porque ella trascendía en vida y ahora en su nuevo estado. Debe estar en un lugar bien merecido “con su tormenta de facha”, como decía ella.
Debe estar con los buenos, con los que no matan, los que no atropellan, los que no se arrancan; con los que respetan, con los que aman y persiguen sus sueños, a costa de esfuerzo y compromiso.
Debe estar con los grandes de espíritu, porque ella era una persona evolucionada para estos tiempos. Como dijo la Paula Barraza, actriz, en su personaje “La Moncha”… debe estar con Pedro de Valdivia y con la vieja Hortencia; la anciana que descubrió la murtas que dieron origen a la recetas base de su “Dulcería Eleonora”.
De seguro, debe estar interrogando a John Lennon, sobre el origen de la canción que escribió junto a Paul McCartney: “Eleonor Rugby”, cuyo nombre acuño para usar en redes sociales y de donde tomó prestado el nombre para su emprendimiento de pastelería.
Seguramente, debe estar cantando en los coros celestiales, junto a grandes del Gospel y bailando candombe con los negros africanos, o zapateando en los tablaos con La Niña de Puebla, Morente y Camarón de la Isla, junto a las estrellas.
Debe estar conversando y armando versos, con Benedetti, uno de sus predilectos, quien también es mi predilecto. Debe estar armando coplas con Julio Cortázar, también uno de sus favoritos, de quien tomó el nombre para la golondrina que se elevaba en su antebrazo izquierdo en forma de tatuaje y que también uso como logo de su Dulcería; porque todo en ella era filosofía, conocimiento y gratitud; porque no pedía nada, sólo se dedicó a vivir, a ser feliz y no le quedó tiempo para otra cosa.
Lo más seguro es, que desde donde esté, nos va “a estar monitorizando… cómo decía ella”; porque siempre nos cuidaba a todos. Le gustaba que su gente estuviera bien. Nos hacía sentir importantes.
Se ha cumplido más de un mes, desde que Mi hija María Ignacia no regresa a casa… pero vuelve cada vez que cierro mis ojos y veo su hermosa sonrisa…. Cada vez que reviso sus libretitas, escucho sus consejos, sus pedidos, sus agradecimientos. Cada vez que veo sus fotos repaso sus historias de viajes, fantasías y sueños… Cada vez que voy a la cocina y veo embadurnados parte de los accesorios, me aparecen los olores y sabores de su dulcería… Ay, Eleonora Rugby!!!.
No pongo música en mi casa, porque todavía la escucho riendo, ensayando nuevos zapateos y cantando, como susurrando a veces… debe ser “que todavía sigue aquí, que nunca ha partido”.
Tanto que nos dio María Ignacia, se lo devolvemos con amor:
“Cuando alguien se va como tú, Ignacita (Negrita, Nachita, Mary), no se va de una vez; no deja nunca de irse… vuelve de mil formas a casa: cantando, riendo, bailando, cocinando y pedaleando en nuestros corazones; porque fuiste una mujer increíblemente intensa y sigues siendo intensa de una manera increíble”.
Gracias por su asistencia. Espero que vuelvan tranquilos y seguros a sus casas “AVISEN CUANDO LLEGUEN….”
Bernardita Omeñaca
Marzo 22, 2019 at 9:52 am
Bernardita :
Palabras que estremecen, una hija brillante, un sistema paupérrimo, abusivo.
Maria Ignacia está hoy mirándote de seguro, para que cada día llegues bien a casa y puedas confortarte abrazando su recuerdo, sus historias y la fortaleza, fuerza e ímpetu que heredó de ti.
Has sido una madre excepcional que de manera injusta, brutal se queda sin su hija, sin parte de la esencia de la vida.